¿TE CUESTA EXPRESAR TUS EMOCIONES?

Una de las cosas que más nos enferma a nivel físico y mental es guardar, evadir, reprimir o bloquear nuestras emociones.

La rabia, miedo o tristeza que no hemos sabido gestionar de forma adecuada, no desaparece aunque así lo parezca. Ellas quedan alojadas en nuestro interior (muchas veces en nuestro inconciente) hasta que nuestro cuerpo y mente no las pueden sotener más, haciéndonos un llamado de atención a través de:

  • Problemas a nivel digestivo
  • Enfermedades cardiovasculares
  • Ansiedad
  • Dolores de cabeza
  • Temas asociados a garganta
  • Rigidez corporal
  • Déficit atencional
  • Insomnio
  • Estrés
  • Depresión, entre otras cosas más.

EXPERIENCIAS TRAUMÁTICAS

Muchas veces la dificultad que tenemos para expresar nuestras emociones proviene de experiencias que bloquearon nuestra capacidad de comunicar y mostrarnos con autenticidad. Situaciones en las que pudimos habernos sentido juzgadas, rechazadas, reprimidas o no escuchadas al intentar comunicar lo que nos pasaba.

Automáticamente nuestra mente busca los recursos para protegerse de esto, ya que la respuesta del entorno nos conecta con nuestros mayores miedos:

  • Miedo al rechazo
  • Miedo al abandono
  • Miedo a la soledad

Miedos que en la actualidad podrían estar impidendo nos mostremos tal cual somos y validemos nuestras emociones.

TERAPIA FLORAL

Es por eso que en terapia no sólo trabajamos en la capacidad de decir lo que pensamos, sino también en los miedos que impiden que lo hagamos.

Aquí te comparto algunas flores que podrían ayudar:

Agrimony: para quienes esconden sus problemas bajo una apariencia de tranquilidad y felicidad, cuando internamente existe angustia y sufrimiento que se vive como tortura mental. Esta flor ayuda a aliviar el miedo al conflicto y al rechazo que impide expresarnos con sinceridad. Nos aporta la paz interna que necesitamos para poder comunicarnos.

Holly: ayuda a aliviar sentimientos como la rabia y odio. Cuando la cólera nos invade puede ser una emoción muy dañina, por lo que muchas veces terminamos por reprimir lo que nos está pasando por no saber cómo gestionarlo. Holly nos ayuda a aliviar estos sentimientos y así poder comunicarnos mejor.

Centaury: para quienes tienen dificultad para poner límites y decir “no” a los demás. Nos ayuda a priorizar nuestras necesidades, que cuando las hemos reprimimos por la dificultad de comunicarlas, nos terminamos frustrando, enojando, deprimiendo o enfermando.

Pine: para quienes dejan de comunicarse por el sentimiento de culpa que surge antes o después de expresar.

Caléndula: para personas que tienen una forma de expresarse hiriente, irónica y dura. Esta flor aporta calidez, empatía, amabilidad y receptividad a la comunicación.

Cerato: para quienes dudan de si mismos dejando de confiar en su opinión. Nos ayuda a validar nuestro criterio, aportandonos sabiduría y claridad para expresar nuestra opinión.

Mimulus: para quienes tienen dificultad de mostrarse por timidez e introversión. Nos aporta la valentía necesaria para expresar y comunicarnos con seguridad.

Rock Rose: para quienes sienten pánico o terror de expresar sus sentimientos u opinión probablemente proveniente de experiencias traumáticas. Ayuda a quienes sienten un miedo muy grande al conflicto.

Aprender a expresar es necesario para nuestro bienestar, salud y desarrollo personal, pero recuerda que todo se trata de equilibrio, y que para cuidar de nosotros mismos también es necesario tomar conciencia de que, lo que tengamos para decir sea transmitido con amor y no para herir o dañar a los demás.

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ESTO TAMBIÉN PASARÁ

El anillo del rey

Una vez un rey de un país no muy lejano reunió a los sabios de su corte y les dijo:

“He mandado hacer un precioso anillo con un diamante, con uno de los mejores orfebres de la zona. Quiero guardar oculto dentro del anillo, algunas palabras que puedan ayudarme en los momentos difíciles. Un mensaje al que yo pueda acudir en momentos de desesperación total. Me gustaría que ese mensaje ayude en el futuro a mis herederos y a los hijos de mis herederos. Tiene que ser pequeño, de tal forma que quepa debajo del diamante de mi anillo”.

Todos aquellos que escucharon los deseos del rey, eran grandes sabios y eruditos que podían haber escrito grandes tratados, pero pensar un mensaje que contuviera dos o tres palabras y que cupiera debajo de un diamante de un anillo parecía algo muy difícil. Igualmente pensaron y buscaron en sus libros de filosofía por muchas horas sin encontrar nada que se ajustara a los deseos del poderoso rey.

El rey tenía muy próximo a él un sirviente muy querido. Este hombre, que había sido también sirviente de su padre, y había cuidado de él cuando su madre había muerto, era tratado como la familia y gozaba del respeto de todos.

El rey, por esos motivos, también lo consultó y éste le dijo:

“No soy un sabio ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje”

“¿Cómo lo sabes?” Preguntó el rey.

“Durante mi larga vida en Palacio me he encontrado con todo tipo de gente, y en una oportunidad me encontré con un maestro. Era un invitado de tu padre, y yo estuve a su servicio. Cuando nos dejó, yo lo acompañe hasta la puerta para despedirlo y como gesto de agradecimiento me dio este mensaje”.

En ese momento el anciano escribió en un diminuto papel el mencionado mensaje, lo dobló y se lo entregó al rey.

Pero no lo leas”, dijo. “Mantenlo guardado en el anillo y ábrelo sólo cuando no encuentres salida en una situación”.

Ese momento no tardó en llegar, el país fue invadido y su reino se vio amenazado.

Estaba huyendo a caballo para salvar su vida, mientras sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y sus perseguidores eran numerosos. En un momento llegó a un lugar donde el camino se acababa, y frente a él había un precipicio y un profundo valle.

Caer por él sería fatal. No podía volver atrás, porque el enemigo le cerraba el camino. Podía escuchar el trote de los caballos, las voces, la proximidad del enemigo.

Fue entonces cuando recordó lo del anillo. Sacó el papel, lo abrió y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso para el momento y que simplemente decía “Esto también pasará”.

En ese momento fue consciente de un gran silencio. Los enemigos que lo perseguían debían haberse perdido en el bosque o equivocado de camino. Ya no se sentía el trotar de los caballos y lo rodeaba un inmenso silencio.

El rey se sintió profundamente agradecido al sirviente y al maestro desconocido. Esas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a guardarlo en el anillo, reunió nuevamente a su ejército y reconquistó su reinado.

El día de la victoria en la ciudad hubo una gran celebración con música y baile y el rey se sentía muy orgulloso de sí mismo.

En ese momento, nuevamente el anciano estaba a su lado y le dijo:

“Apreciado rey, ha llegado el momento de que leas nuevamente el mensaje del anillo”

“¿Qué quieres decir?”, preguntó el rey. “Ahora estoy viviendo una situación de euforia y alegría, las personas celebran mi retorno, hemos vencido al enemigo”.

Escucha”, dijo el anciano. “Este mensaje no es solamente para situaciones desesperadas, también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando te sientes derrotado, también lo es para cuando te sientas victorioso. No es sólo para cuando eres el último, sino también para cuando eres el primero”.

El rey abrió el anillo y leyó el mensaje… “Esto también pasará”

Y nuevamente sintió la misma paz y silencio en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba. Pero el orgullo, el ego había desaparecido.

El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Lo malo era tan transitorio como lo bueno.

Entonces el anciano le dijo:

“Recuerda que todo pasa. Ningún acontecimiento ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche; hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.”

Autor anónimo.

Lo único permanente es el cambio

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LA SALUD EMOCIONAL TAMBIÉN IMPORTA

Hemos aprendido a cuidar y hasta sobre cuidar nuestra salud física optando por alimentación saludable, ejercicio físico y controles periódicos al doctor…

Con el paso del tiempo hemos ido incorporando nuevas prácticas y rutinas a nuestra vida: pensamiento positivo, mindfulness, yoga o meditación que han ayudado a manejar y aliviar en cierta medida nuestra salud mental…

Pero, ¿en qué momento nos hacemos cargo de nuestra salud emocional?

Aún nos cuesta mirar de frente nuestras emociones, nuestra historia, nuestros duelos, pérdidas, miedos, traumas, rabia, tristeza o frustración. Vamos dejando atrás las experiencias difíciles, buscamos soluciones rápidas y momentáneas para sobreponernos y seguir adelante, preferimos no hablar, hacer como que nada pasó, buscamos formas de evadirnos y continuar, pero cada una de nuestras emociones sigue estando ahí, creciendo y creciendo hasta que un día el cuerpo o la mente explotan diciendo que ya no pueden más.

Recién nos preocupamos cuando algún síntoma, enfermedad, estrés o depresión nos impiden continuar…

¡NO TE DEJES PARA DESPUÉS!

Aprendamos a dar voz a nuestras emociones a tiempo, abracemos nuestra historia, respetemos nuestros procesos, pero por sobre todo aprendamos a buscar ayuda antes de decir “ya no puedo más”.

A veces lo único que necesitamos es alguien que nos quiera escuchar y así poder soltar, procesar y sanar

Te comparto una interesante entrevista al Dr. Mario Alonso Puig quien nos habla de la relación entre nuestras emociones y las enfermedades.

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LA IMPORTANCIA DE CONOCER Y GESTIONAR NUESTRAS EMOCIONES

Con el paso de los años, lamentablemente, se ha vuelto cada vez más normal relacionarnos con palabras como estrés, depresión, angustia, crisis de pánico y ansiedad.

El acelerado mundo, el enfoque exitista y el desarrollo tecnológico han fomentado el desequilibrio mental y emocional de la población.

Sin embargo, de la misma forma que crece el descontento, es también cada vez más común en nuestro vocabulario palabras como mindfulness, yoga, meditación, couching, terapia y psicología, cosa que antiguamente parecia ser sólo para “locos”.

A terapia no va quien tiene problemas, problemas tienen todos. A terapia va quien quiere resolverlos.

Se hace evidente una población que sobre reacciona ante la impotencia o frustración, o que se enferma por no saber comunicar o resolver sus problemas de forma adecuada. Altos niveles de irritabilidad, cambios de humor, dolores de cabeza, insomnio, estrés y depresión provenientes principalmente, de los conflictos que no sabemos manejar en las relaciones interpersonales así como en el ámbito laboral.

LA FUNCIÓN DE LAS EMOCIONES

Nuestra vida y desiciones se basan en la infinidad de sensaciones o sentimientos que experimentamos a diario, las que van guiando nuestro actuar en cada momento.

Catalogamos las emociones como buenas o malas, y tendemos a reprimir, callar o luchar con aquellas que nos parecen inadecuadas, logrando finalmente el efecto contrario; que esa emocion tome aún mayor protagonismo, y probablemente termine por enfermarnos en un mediano a largo plazo.

Todo lo que pasa en nuestro interior se ve reflejado en la forma en que reaccionamos ante el mundo: como nos relacionamos con los demás y con lo que nos sucede a nivel personal y profesional. Es por esta misma razón que conocer más de tus emociones es también conocerte a ti misma, comprender por qué en determinadas ocasiones actuamos de una forma que no nos hace sentir bien o que termina por perjudicarnos a nosotras mismas y a quienes nos rodean.

Todas las emociones son buenas en su justa medida y cada una cumple una función importante en nuestro desarrollo personal, ya que ellas nos mantienen alerta ante lo que es bueno o malo para nosotras. 

Reprimir algunas así como expresar en exceso otras terminan haciéndonos mal. Lo que nos hace bien es el equilibrio de ellas y la gestión adecuada, en el momento adecuado y de la forma que nos beneficien y busquen nuestro bienestar y el de los demás.

Existen 4 emociones denominadas como básicas y que todos podríamos reconocer como tal:

Tristeza: nos motiva a pedir ayuda y apoyo de los demás, nos invita a reflexionar y hacer introspección para poder identificar que hay algo que duele o hace falta. Nos lleva a crear un espacio de encuentro con nosotras mismas, permitiéndonos renovar la energía, descubrir nuestro poder de resiliencia y de transformación del dolor en aprendizaje y evolución personal. 

Muchas personas no logran identificar la tristeza en sus vidas, ya que se oculta entre otras emociones o estrategias mentales. Cuando reprimimos o no nos permitimos experimentar la tristeza podría terminar en algún síntoma o enfermedad, así como cuando permanece por mucho tiempo sin poderla sanar podría llevarnos a la apatía, angustia, desinterés o depresión.

Miedo: nos motiva a actuar para evitar consecuencias negativas, nos ayuda a estar alerta para advertirnos de algún peligro, activando un mecanismo de pelear o huir ante una emergencia o situaciones que requieren que vayamos con prudencia.

Cuando el miedo pierde su rol de protección, manifestándose constantemente en nuestras vidas, se convierte en nuestro enemigo, ya que nos impide hacer cosas que deseamos, bloqueando nuestro crecimiento y evolución personal. Cuando el miedo es permanente podría llevarnos a la tristeza, rabia, frustración, impotencia, apatía, pesimismo, tensión, nervios, insomnio, estrés o ansiedad y que podrían terminar enfermándonos.

Rabia: nos motiva a mejorar y modificar lo que no nos permite crecer y desarrollarnos de forma saludable, a luchar contra los errores y las injusticias y a poner limites cuando nos damos cuenta que hay algo que nos está incomodando o no nos hace bien.

La rabia reprimida podría ocasionarnos tensión, dolores de cabeza, problemas estomacales, insomnio y/o estrés. Cuando permanece en el tiempo podría llevarnos a un círculo de pesimismo, frustración, impotencia, desconfianza, resentimiento e incluso terminar en violencia física o psicológica con tu entorno. Recuerda que tras la rabia se podrían esconder miedos, inseguridades, tristeza, carencias, decepción, baja autoestima, intolerancia, impaciencia, entre muchas otras cosas.

Alegría: nos motiva a repetir acontecimientos que nos hacen sentir bien, guiándonos en la búsqueda de más de aquello. 

También existen quienes encubren en una imagen de alegría sus problemas, o buscan constantes estímulos para mantenerse en un estado de aparente felicidad, como forma consciente o inconsciente de evadir emociones como las descritas anteriormente. Evadir, ocultar o reprimir nuestras emociones puede llevarnos a la ansiedad, estrés, dolores de cabeza, tensión, insomnio, adicciones, entre otras cosas.

FLORES DE BACH Y LAS EMOCIONES

La terapia con Flores de Bach trabaja directamente en nuestras emociones, ayudando a tomar conciencia de cuando ellas dejan de cumplir su función, entorpeciendo nuestro sano desarrollo personal.

Existen Flores que trabajan la rabia, los miedos y la tristeza, así como también las que potencian nuestro estado de alegría, trabajando en nuestra autoestima y capacidad de disfrute.

Cuando aceptamos, reconocemos, comprendemos, expresamos y manejamos nuestras emociones de forma adecuada podemos transformarlas en nuestra guía diaria que nos permite buscar el equilibrio y en consecuencia la salud, armonía y felicidad.

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LA ENFERMEDAD COMO PROCESO DE APRENDIZAJE

Todo síntoma es un reflejo de nosotras mismas, de la calidad de nuestras emociones, pensamientos y de nuestra vida en general.

A lo largo de nuestra vida acumulamos emociones negativas como resentimiento, rabia, tristeza, inseguridad, culpa, frustración, entre muchas otras, que si no sabemos gestionar, ellas aparecen a través del cuerpo como síntomas y enfermedades.

El cuerpo se expresa a través de un dolor de rodilla, insomnio, acné, dolores menstruales, asma, dolor de espalda, cáncer, depresión, estrés, jaqueca, dolor de garganta, diabetes, hemorroides, alergias, etc.

Entendemos un síntoma como algo malo, queremos soluciones rápidas, tomamos remedios para adormecerlo, ignorando pequeñas dolencias hasta que se transforman en enfermedades más complejas.

Nos sentimos desafortunadas, la vida se nos viene abajo y nuestro estado anímico decae, agregando aún más carga negativa a dicha situación.

Sin embargo, el sintoma contiene gran información de nosotras mismas, de nuestra vida e historia, y es el encargado de mostrarnos que hay algo que debemos observar y modificar para evolucionar en algún aspecto específico en nuestras vidas.

Generalmente en edad temprana, cuando el ser humano no es capaz de gestionar alguna emoción dolorosa, carencias y traumas, busca estrategias para sobreponerse y continuar, tales como estructuras mentales, ansiedad, frustración, dispersión, adicciones (comida, drogas, alcohol, trabajo, sexo, estudio, compras), fobias, etc. Estas estrategias son útiles en ciertas fases de la vida, pero llega un momento en que el cuerpo ya no puede hacerse cargo de las emociones bloqueadas, indicándonos con el síntoma, que hay algo que ya no está bien en nuestras vidas y que estamos listos para enfrentar.

Nuestro cuerpo es sabio por naturaleza y todos tenemos las herramientas internas para ser nuestras propias Sanadoras, sólo debemos aprender a observar y escuchar lo que el cuerpo nos intenta mostrar.


Revisa el siguiente video donde puedes ver una explicación muy clara de cómo nuestros pensamientos y emociones producen la enfermedad.


NO OLVIDES CONSULTAR A UN MÉDICO SIEMPRE QUE SEA NECESARIO.

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