ME ENAMORÉ (OTRA VEZ)

El amor es una de las cosas que, a pesar del sufrimiento que podamos haber experimentado, volvemos una y otra vez a buscarlo y eso NO ESTA MAL, es simplemente nuestra naturaleza humana.

Lo importante es aprender a identificar si detrás de esa frecuencia de enamoramiento se escondiera:

  • Miedo a estar sola
  • Dependencia emocional
  • Carencias afectivas
  • Inmadurez emocional
  • Baja autoestima
  • Adicción al enamoramiento
  • Idealización de la realidad

💟Es importante saber que cada proceso es muy personal y por más que tu psicóloga, terapeuta, familia o amigas te hagan ver lo que tu no estas viendo, son las mismas experiencias de vida las que nos van enseñando a abrir los ojos.

⚠️La clave es no quedarnos pegadas e ir aprendiendo de nuestras experiencias, fortalecer la relación con nosotras mismas y así evitarnos las constantes desilusiones y frustraciones⚠️

Pasito a pasito y a nuestro ritmo vamos aprendiendo a ir más lento, con los ojos bien abiertos, dejando las expectativas de lado y aprendiendo a disfrutar del proceso

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¿DÓNDE ESTÁN LAS MONEDAS? Un cuento de Joan Garriga Bacardí

Una noche cualquiera de un tiempo cualquiera, una persona tuvo un sueño especial: soñó que recibía unas cuantas monedas de manos de sus padres. No sabemos si eran muchas o pocas, si eran miles, cientos, una docena o apenas un par. Tampoco sabemos de qué metal estaban hechas, si eran de oro, plata, bronce o tal vez de simple hierro.

Mientras soñaba que sus padres le entregaban las monedas, sintió espontáneamente una sensación de calor en su pecho. Quedó invadida por un gran alborozo. Estaba contenta, se llenó de ternura y durmió plácidamente el resto de la noche.

Cuando despertó a la mañana siguiente, la sensación de placidez y satisfacción persistía. Entonces, decidió caminar hacia la casa de sus padres. Y, cuando llegó, mirándolos a los ojos les dijo:

-Esta noche habéis venido en sueños y habéis depositado unas cuantas monedas en mis manos. No recuerdo si eran muchas o pocas. Tampoco sé de qué metal estaban hechas, si eran de un metal precioso o no. Pero no importa, porque me siento pleno y contento. Y vengo a deciros: Gracias, son suficientes. Son las monedas que necesito y las que merezco. Así que las tomo con gusto porque vienen de vosotros. Con ellas seré capaz de recorrer mi propio camino.

Al oír esto, los padres, que como todos los padres se engrandecen a través del reconocimiento de sus hijos, se sintieron aún más grandes y generosos. En su interior sintieron que podían seguir dando a su hijo, porque la capacidad de recibir amplifica la grandeza y el deseo de dar.

Así dijeron:

-Eres un buen hijo. Puedes quedarte con todas las monedas, puesto que te pertenecen. Puedes gastarlas como quieras y no es necesario que nos las devuelvas. Son tu legado, único y personal. Son para ti.

Entonces el hijo se sintió también grande y pleno. Se percibió completo y rico, y pudo dejar en paz la casa de sus padres. A medida que se alejaba, sus pies se apoyaban firmes sobre la tierra, y andaba con fuerza. Su cuerpo también estaba bien asentado en el suelo, y ante sus ojos se abría un camino claro y un horizonte esperanzador.

Mientras recorría el camino de la vida, se fue encontrando con distintas personas. Le acompañaban durante un trecho, a veces más largo, a veces más corto. Algunos le acompañaron durante toda la vida. Eran sus socios, amigos, parejas, vecinos, compañeros, colaboradores, e incluso sus adversarios. En general, el camino le resultaba sereno, gozoso, en sintonía con su espíritu y su naturaleza personal. Y aunque no estaba exento de los pesares naturales que la vida impone, lo sentía como el camino de su vida.

De vez en cuando volvía la vista atrás, hacia sus padres, y recordaba con gratitud las monedas recibidas. Y cuando observaba el transcurso de su vida o miraba a sus hijos o recordaba todo lo conseguido en el ámbito personal, familiar, profesional, social o espiritual, aparecía la imagen de sus padres y se daba cuenta de que todo aquello había sido posible gracias a lo recibido de ellos, y que con su éxito y logros les honraba.

Se decía a sí mismo: “No hay mejor fertilizante que los propios orígenes”, y entonces su pecho volvía a llenarse con la misma sensación expansiva que le había embargado la noche que soñó que recibía las monedas.

Otra noche cualquiera de otro tiempo cualquiera, otra persona tuvo el mismo sueño, ya que tarde o temprano todos llegamos a tener ese sueño. Venían sus padres y depositaban en sus manos unas cuantas monedas. En este caso tampoco sabemos si eran muchas o pocas, si eran miles, unos cientos, una docena o apenas un par. No sabemos de qué metal estaban hechas, si de oro, plata, bronce o simple hierro…

Al soñar que recibía en sus manos las monedas de sus padres, la persona sintió espontáneamente un pellizco de incomodidad. Quedó invadida por una agria inquietud, por una sensación de tormento en el pecho y un lacerante malestar. Durmió lo que quedaba de noche revolviéndose encrespada entre las sábanas.

Al despertar, aún agitada, sintió un fastidio que parecía enojo, pero que también tenía algo de queja y resentimiento. Su cara era el rostro del sufrimiento y de la disconformidad. Con furia y un ligero tinte de vergüenza, decidió caminar hacia la casa de sus padres. Al llegar allí, mirándolos de soslayo les dijo:

-Esta noche habéis venido en sueños y me habéis entregado unas cuantas monedas. No sé si eran muchas o pocas. Tampoco sé de qué metal estaban hechas, si eran de un metal precioso o no. No importa, porque me siento vacío, lastimado y herido. Vengo a deciros que vuestras monedas no son buenas ni suficientes. No son las monedas que necesito ni son las que merezco ni las que me corresponden. Así que no las quiero y no las tomo, aunque procedan de vosotros y me lleguen a través vuestro. Con ellas mi camino sería demasiado pesado o demasiado triste y no lograría ir lejos. Andaré sin vuestras monedas.

Y los padres, que como todos los padres empequeñecen y sufren cuando no tienen el reconocimiento de sus hijos, se hicieron aún más pequeños. Se retiraron, disminuidos y tristes, al interior de la casa. Con desazón y congoja comprendieron que podían dar todavía menos de lo que habían dado a aquel hijo, porque ante la dificultad para tomar y recibir, la grandeza y el deseo de dar se hacen pequeños y languidecen. Guardaron silencio confiando en que, con el paso del tiempo y la sabiduría que trae consigo la vida, quizá se llegaran a enderezar los rumbos fallidos del hijo.

Es extraño lo que ocurrió a continuación. Después de pronunciar aquellas palabras ante los padres, el hijo se sintió impetuosamente fuerte, más fuerte que nunca. Se trataba de una fuerza extraordinaria: la fuerza feroz, empecinada y hercúlea que surge de la oposición a los hechos y a las personas. No era una fuerza genuina, como la que resulta del asentimiento a los hechos y está en consonancia con los avatares de la vida, pero sí era una fuerza apasionada e intensa. Era la clase de fuerza que configura el paisaje del sufrimiento humano, aquella en que las personas tratamos de apoyarnos cuando carecemos del coraje y de la humildad suficiente para aceptar la realidad tal como es y a nuestros padres tal como son. La falsa fuerza que nos concede la oposición a las cosas, el resentimiento hacia las personas y el victimismo frente a los hechos vividos.

Con el tiempo, esta persona aprendería que ningún sufrimiento concede derechos, ninguna postura existencial edificada sobre heridas concede merecimientos y que el único sentido de este sufrimiento, que no es dolor, es hacer sufrir a los demás, ya que únicamente el dolor genuino despierta la compasión. Pero aquel día, la persona abandonó la casa de los padres diciéndose a sí misma:

-Nunca más.

Se sentía fuerte pero también vacía y necesitada. Aunque lo deseaba no lograba quedarse en paz.

A medida que se alejaba de la casa de sus padres, sintió que sus pies se elevaban unos centímetros por encima de la tierra y que su cuerpo, un tanto flotante, no podía caer en su peso real. Y sintió algo más sorprendente aún: cada vez que abría los ojos parecía que miraba lo mismo, un horizonte fijo y estático.

La persona fue desarrollando una sensibilidad especial. Así, cuando encontraba a alguien a lo largo de su camino, lo contemplaba con una enorme esperanza y de manera inconsciente se preguntaba:

-¿Será esta persona la que tiene las monedas que merezco, necesito y me corresponden, las monedas que no tomé de mis padres porque no supieron dármelas de la manera justa y conveniente? ¿Será esta la persona que tiene aquello que merezco?

En cierta ocasión la respuesta fue afirmativa, y todo resultó fantástico. Se enamoró y sintió que todo a su alrededor era maravilloso. Y, sin darse cuenta, empezó a esperar que el otro tuviera aquello que no había tomado de sus padres y se lo diera.

No obstante, aunque la esperanza de encontrar las monedas le resultó embriagadora al principio, cuando el enamoramiento acabó convirtiéndose en una relación y la relación duró lo suficiente, la persona descubrió que el otro no tenía lo que le faltaba, es decir, aquellas monedas que no había tomado de sus padres.

-¡Qué pena! Se dijo entonces, y se quejó amargamente de su mala suerte, culpando de ella al destino.

Se sintió desengañada, sometida a un tormento emocional que tomó forma de desesperación, desazón, crisis, turbulencia, enfado, frustración. Y es que, aunque todavía no lo sabía, el otro sólo podía darle aquello que tenía y le correspondía por su posición, aun queriéndolo dar todo y amando plenamente, pues una pareja es una relación entre adultos, fundada en la igualdad de rango, el intercambio equilibrado y la sexualidad.

En cierto momento de su vida, esta persona tuvo un hijo, y su desazón se volvió más dulce y esperanzadora, más atemperada.

Entonces, la pregunta regresó:

-¿Será este hijo que espero, tan bien amado, quien tiene las monedas que merezco, que necesito y me corresponden y que no tomé de mis padres porque no supieron dármelas de la manera justa y conveniente? ¿Será este ser el que tiene aquello que merezco?

Cuando se contestó de nuevo que sí fue maravilloso, formidable, y empezó a sentir un vínculo especial con aquel hijo, un vínculo asombroso, muy estrecho, lleno de expectativas y anhelos. De manera inconsciente, la persona estaba convencida de que el hijo tenía las monedas que necesitaba y no tardaría en dárselas.

Pero pasó el tiempo, y el hijo, como la mayoría de los hijos, deseó tener una vida propia y poner en práctica sus propósitos de vida independientes. Amaba a sus padres y deseaba hacer lo mejor para ellos, pero la presión de tener vida propia le resultaba exigente, imperiosa y tan arrolladora como la sexualidad.

Así, la persona comprendió un día que tampoco el hijo tenía las monedas que necesitaba, merecía y le correspondían.

Sintiéndose más vacía, huérfana y desorientada que nunca, entró en crisis. Enfermó. Estaba en la fase media de la vida y se encontró con que ningún argumento la sostenía ya, ninguna razón la calmaba. Sintió en su interior un catacrac y gritó:

-¡AYUDA!

¡Había tanta urgencia en su tono de voz! ¡Su rostro estaba tan desencajado! Nada la calmaba, nada podía sostenerla.

Y ¿qué hizo?

Fue a ver a un terapeuta.

El terapeuta la recibió pronto, la miró profunda y pausadamente y le dijo:

-Yo no tengo las monedas.

El terapeuta vio en sus ojos que aquella persona seguía buscando las monedas en el lugar equivocado y que, en el fondo, deseaba equivocarse de nuevo. Sabía que las personas quieren cambiar, pero también que les cuesta dar su brazo a torcer, no tanto por dignidad, sino por tozudez y por costumbre.

Pero el terapeuta, que sabía que no tenía en sus manos las monedas, pensó: “Amo y respeto mejor a mis pacientes cuando también puedo hacerlo con sus padres y con su realidad tal como es. Los ayudo cuando soy amigo de las monedas que les tocan, sean las que sean”.

En realidad, aquel terapeuta ya había visto a muchas personas en situaciones similares y sabía que el paciente, y el niño que sigue viviendo en su interior, continúa amando profundamente a sus padres y les guarda lealtad, aunque el escozor de las heridas u otras causas le impidan tomar sus monedas. Y es que, en las profundidades del alma, aunque el hijo rechace a sus padres, también se identifica con ellos. Y, cuando no puede tomarlos y quererlos, tampoco logra quererse a sí mismo. Por eso, su enfoque es el amor a todo y a todos.

En aquella primera visita, el terapeuta añadió: “Yo no tengo las monedas, pero sé dónde están y podemos trabajar juntos para que también tú descubras dónde están, cómo ir hacia ellas y tomarlas”.

Entonces el terapeuta trabajó con la persona y le enseñó que durante muchos años había tenido un problema de visión, un problema óptico, un problema de perspectiva. Había tenido dificultades para ver claramente. Sólo eso.

El terapeuta le ayudó a reenfocar y a modular su mirada, a percibir la realidad de otra manera, desde una perspectiva más clara, más centrada y más abierta a los propósitos de la vida. Una manera menos dependiente de los deseos personales del pequeño yo que siempre trata de gobernarnos.

Un día, mientras esperaba a su paciente, el terapeuta pensó que había llegado el momento de decirle, por fin y claramente, dónde estaban las monedas. Y ese mismo día, como por arte de birlibirloque, llegó el paciente con otro color de piel. Las facciones de su rostro se habían suavizado. Y dijo:

-Sé donde están las monedas. Siguen con mis padres.

Primero sollozó, luego lloró abiertamente. Después surgió el alivio, la paz y la sensación de calor en el pecho. ¡Por fin!

Entonces se dirigió de nuevo, como años atrás, hacia la casa de sus padres. Cuando llegó, los miró a los ojos y les dijo:

-Durante todos estos años he tenido un problema de visión, un asunto óptico. No veía claramente. Y lo siento. Ahora puedo ver y vengo a deciros que aquellas monedas que recibí de vosotros en sueños son las mejores monedas posibles para mí. Son suficientes y son las monedas que me corresponden. Son las monedas que merezco y las adecuadas para que pueda seguir. Vengo a daros las gracias. Las tomo con gusto, porque vienen de vosotros y con ellas puedo seguir andando mi propio camino.

Entonces los padres, que como todos los padres se engrandecen a través del reconocimiento de sus hijos, volvieron a florecer, y el amor y la generosidad fluyeron de nuevo en ellos con facilidad. El hijo volvía a ser plenamente hijo porque podía tomarlos.

Los padres le miraron sonrientes, con ternura, y contestaron:

-Eres un buen hijo. Puedes quedarte con todas las monedas, pues te pertenecen. Puedes gastarlas como tú quieras y no es necesario que nos las devuelvas. Son tu legado, único y personal, para ti. Puedes tener una vida plena.

Entonces el hijo se sintió también grande y pleno. Se percibió completo y rico y pudo por fin dejar la casa de los padres en paz. A medida que se alejaba, sintió sus pies firmes pisando el suelo con fuerza, su cuerpo también asentado en la tierra y sus ojos mirando hacia un camino claro y un horizonte esperanzador.

Sintió también algo extraño: había perdido la fuerza impetuosa que se nutría del resentimiento, del victimismo o del exceso de conformidad, pero ahora tenía una fuerza simple y tranquila, una fuerza natural.

Recorriendo el camino del resto de su vida, encontró con frecuencia otras personas con las que caminó lado a lado, como acompañantes, durante un trecho, a veces largo, a veces corto, otras, para siempre. Socios, amigos, parejas, vecinos, compañeros, colaboradores, incluso adversarios.

En general, su camino era sereno, gozoso, en sintonía con su espíritu y con su naturaleza personal. Tampoco estuvo exento de los pesares naturales que la vida impone, pero sentía que aquel sí era el camino de su vida.

Un día se acercó a la persona de la que se había enamorado pensando que tenía las monedas y le dijo:

-Durante mucho tiempo he tenido un problema de visión y ahora que veo claro te digo: Lo siento, fue demasiado lo que esperé. Fueron demasiadas mis expectativas, y sé que esto fue una carga demasiado grande para ti y ahora lo asumo. Me doy cuenta y te libero. Así, el amor que nos tuvimos puede seguir fluyendo. Gracias. Ahora tengo mis propias monedas.

Otro día fue a su hijo y le dijo:

-Puedes tomar todas las monedas de mí, porque yo soy una persona rica y completa. Ahora ya he tomado las mías de mis padres.

Entonces el hijo se tranquilizó y se hizo pequeño respecto a él. Y se sintió libre para seguir su propio camino y tomar sus propias monedas.

Al final de su largo camino, un día la persona se detuvo a repasar la vida vivida, lo amado y lo sufrido, lo construido y lo maltrecho. A todo y a todos logró darles un buen lugar en su alma. Los acogió con dulzura y pensó:

-Todo tiene su momento en el vivir: el momento de llegar, el momento de permanecer y el momento de partir. Una mitad de la vida es para subir la montaña y gritar a los cuatro vientos: “¡Existo!”. Y la otra mitad es para el descenso hacia la luminosa nada, donde todo es desprenderse, alegrarse y celebrar. La vida tiene sus asuntos y sus ritmos sin dejar de ser el sueño que soñamos.

Si quieres profundizar más sobre el mensaje, enseñanzas y moraleja que el relato nos deja, puedes encontrar un breve ensayo del autor al final del cuento. Accede a libro pinchando aquí:

Si te gustó te recomiendo leer este cuento cada cierto tiempo y las veces que quieras. Cada vez que lo leas podría ser que lo entiendas de forma distinta y entregarte un nuevo mensaje o aprendizaje para tu vida

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ESTO TAMBIÉN PASARÁ

El anillo del rey

Una vez un rey de un país no muy lejano reunió a los sabios de su corte y les dijo:

“He mandado hacer un precioso anillo con un diamante, con uno de los mejores orfebres de la zona. Quiero guardar oculto dentro del anillo, algunas palabras que puedan ayudarme en los momentos difíciles. Un mensaje al que yo pueda acudir en momentos de desesperación total. Me gustaría que ese mensaje ayude en el futuro a mis herederos y a los hijos de mis herederos. Tiene que ser pequeño, de tal forma que quepa debajo del diamante de mi anillo”.

Todos aquellos que escucharon los deseos del rey, eran grandes sabios y eruditos que podían haber escrito grandes tratados, pero pensar un mensaje que contuviera dos o tres palabras y que cupiera debajo de un diamante de un anillo parecía algo muy difícil. Igualmente pensaron y buscaron en sus libros de filosofía por muchas horas sin encontrar nada que se ajustara a los deseos del poderoso rey.

El rey tenía muy próximo a él un sirviente muy querido. Este hombre, que había sido también sirviente de su padre, y había cuidado de él cuando su madre había muerto, era tratado como la familia y gozaba del respeto de todos.

El rey, por esos motivos, también lo consultó y éste le dijo:

“No soy un sabio ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje”

“¿Cómo lo sabes?” Preguntó el rey.

“Durante mi larga vida en Palacio me he encontrado con todo tipo de gente, y en una oportunidad me encontré con un maestro. Era un invitado de tu padre, y yo estuve a su servicio. Cuando nos dejó, yo lo acompañe hasta la puerta para despedirlo y como gesto de agradecimiento me dio este mensaje”.

En ese momento el anciano escribió en un diminuto papel el mencionado mensaje, lo dobló y se lo entregó al rey.

Pero no lo leas”, dijo. “Mantenlo guardado en el anillo y ábrelo sólo cuando no encuentres salida en una situación”.

Ese momento no tardó en llegar, el país fue invadido y su reino se vio amenazado.

Estaba huyendo a caballo para salvar su vida, mientras sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y sus perseguidores eran numerosos. En un momento llegó a un lugar donde el camino se acababa, y frente a él había un precipicio y un profundo valle.

Caer por él sería fatal. No podía volver atrás, porque el enemigo le cerraba el camino. Podía escuchar el trote de los caballos, las voces, la proximidad del enemigo.

Fue entonces cuando recordó lo del anillo. Sacó el papel, lo abrió y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso para el momento y que simplemente decía “Esto también pasará”.

En ese momento fue consciente de un gran silencio. Los enemigos que lo perseguían debían haberse perdido en el bosque o equivocado de camino. Ya no se sentía el trotar de los caballos y lo rodeaba un inmenso silencio.

El rey se sintió profundamente agradecido al sirviente y al maestro desconocido. Esas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a guardarlo en el anillo, reunió nuevamente a su ejército y reconquistó su reinado.

El día de la victoria en la ciudad hubo una gran celebración con música y baile y el rey se sentía muy orgulloso de sí mismo.

En ese momento, nuevamente el anciano estaba a su lado y le dijo:

“Apreciado rey, ha llegado el momento de que leas nuevamente el mensaje del anillo”

“¿Qué quieres decir?”, preguntó el rey. “Ahora estoy viviendo una situación de euforia y alegría, las personas celebran mi retorno, hemos vencido al enemigo”.

Escucha”, dijo el anciano. “Este mensaje no es solamente para situaciones desesperadas, también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando te sientes derrotado, también lo es para cuando te sientas victorioso. No es sólo para cuando eres el último, sino también para cuando eres el primero”.

El rey abrió el anillo y leyó el mensaje… “Esto también pasará”

Y nuevamente sintió la misma paz y silencio en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba. Pero el orgullo, el ego había desaparecido.

El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Lo malo era tan transitorio como lo bueno.

Entonces el anciano le dijo:

“Recuerda que todo pasa. Ningún acontecimiento ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche; hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.”

Autor anónimo.

Lo único permanente es el cambio

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DISFRUTE SEXUAL Y LA TERAPIA FLORAL

Siempre, siempre, siempre en un proceso terapéutico en algún momento terminamos hablando de sexualidad, pareciera que la experiencia sexual es algo que buscamos y queremos, pero que muchas veces nos cuesta disfrutar.

¿Y cómo no? Si nuestra sexualidad proviene de una educación deficiente que se preocupa a penas de evitar enfermedades y embarazos, que no nos enseña de autosatisfacción y que nos habla del orgasmo como único sinónimo de placer…

Nos preocupamos de vernos y hacerlo “bien” para la otra persona en vez de REALMENTE SENTIRNOS BIEN🤷🏽‍♀️

Otras veces traemos con nosotras experiencias que han marcado nuestra autoestima y que en consecuencia afectan como nos entregamos a un encuentro íntimo, nos relacionamos desde el miedo, dudas, culpa, vergüenza, inseguridades y una gran dificultad para expresar, algo fundamental que nos ayuda a soltarnos y sentir de verdad.

Comenzar a trabajar en el disfrute sexual es aprender a liberarnos de nuestras propias exigencias, de las falsas expectativas, miedos, dolores y de las creencias negativas que podríamos tener incluso de forma inconsciente dentro de nosotras mismas.

✨Una sexualidad sana no sólo nos ayuda a disfrutar plenamente de nuestro cuerpo, cuando aprendemos a conocernos, aceptarnos, respetarnos, expresarnos y soltarnos aprendemos a gozar, sentir y disfrutar de la vida en general y de cada momento✨

💟Algunas flores de California y Bach que te podrían ayudar:

🌸Wild Rose: despierta el disfrute, chispa, motivación e interés sexual.

🌸Hibiscus (fes): aporta sensualidad, calidez, dulzura y conexión como respuesta sexual.

🌸Easter Lily (fes): nos ayuda a aceptar la sexualidad como algo natural ante sentimientos de verguenza, culpa o suciedad. Aporta disfrute, libertad y naturalidad sexual.

🌸Pine: para poder disfrutar sin culpas o cuando no responder como quisiéramos nos hace sentir culpables.

🌸Larch: aporta seguridad y autoconfianza.

🌸Poison Oak (fes): ayuda en el miedo al contacto íntimo o temor a que los límites sean pasados a llevar, dificultad para abrirse, confiar y disfrutar.

🌸Star of Bethlehem: ayuda a sanar experiencias traumáticas o dolorosas que aún afectan y que impiden disfrutar.

🌸Rock Water: nos ayuda a fluir y disfrutar sin autoexigencias que limiten el placer.

🌸Crab Apple: nos ayuda a aceptar nuestro cuerpo tal y como es.

🌸Pretty Face (fes): cuando nos sentimos feas e inseguras en relación a nuestra apariencia física, aumenta nuestra autoestima y nos conecta con nuestro carisma y belleza interior.

🌸Impatiens: nos conecta con el momento presente, liberandonos de la ansiedad y el apuro por disfrutar.

🌸Alpine Lily (fes): rechazo o relación conflictiva con el cuerpo, los genitales y la sexualidad, ayuda a integrar el cuerpo en su totalidad.

💟Y recuerda que la sexualidad es algo distinto en cada persona y el trabajo de cada una de nosotras es conocernos, descubrir que nos complica, acompleja o nos cuesta y tener plena consciencia de qué, cuándo, cómo, dónde y con quien nos gusta y elegimos sentir placer.

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GRATITUD, MÁS QUE UNA PALABRA UNA ACTITUD.

Comienza un nuevo mes, un nuevo ciclo y una nueva oportunidad de agradecer💫

Mientras escribía recordé que “GRATIDÃO” (gratitud) es una de mis palabras favoritas del portugués, precisamente porque cuando se usa lleva consigo una carga de agradecimiento muy grande, una suerte de honrar lo que en ese momento nos conecta con la gratitud…

Una palabra muy distinta al famoso “obrigad@“ o “gracias” que acostumbramos a dar, como si un sentimiento de fe, conexión especial y un verdadero sentir naciera dentro de mi cuando la quiero expresar🙏

❌Muchas veces caemos en la constante trampa de enfocarnos en lo que falta, dejando de ver lo que en realidad SI TENEMOS, perdiéndonos la oportunidad diaria de valorar, sentirnos felices y disfrutar…

A veces nos complicamos la vida queriendo más y más, lo que nos genera un constante sentimiento de estar en falta, vibrando desde la carencia en vez de la abundancia😖

✔️En cambio, cuando vibramos en agradecimiento atraemos constantemente más por lo que sentir GRATITUD, o mi amada palabra “GRATIDÃO”😍

💟Por eso hoy te invito a tomar consciencia de todo lo que podrías agradecer, cosas tan sencillas como este nuevo día que nos regala la oportunidad de vivir la vida mejor que ayer.

Y NO OLVIDES QUE HOY Y TODOS LOS DÍAS SON UN BUEN DÍA PARA AGRADECER

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ABUNDANCIA

Es importante para comenzar a hablar sobre abundancia, hacer un pequeño alcance o definir antes que todo ¿qué es abundancia?, ya que para muchos ser abundante sólo se relaciona con el éxito económico.

Según la RAE se define abundancia a la gran cantidad de alguna cosa así como a la prosperidad, riqueza o bienestar.

Ser una persona abundante puede relacionarse a un sin fin de aspectos en nuestras vidas y, que estos a su vez, sean abundantes y generosos.

Podemos mencionar algunos ejemplos, que seguramente la mayoría de las personas soñamos con tener y por lo que trabajamos día a día por conseguir:

Tener relaciones armónicas con la o las personas que amamos, un trabajo que nos haga feliz, ser saludables, poseer el dinero suficiente para cumplir nuestros sueños y propósito de vida, alimentos que nos nutran y aporten a nuestra salud, una vida alegre y sin problemas, el automóvil que necesitamos para ir a trabajar o llevar a las/os niñas/os al colegio, una casa que nos permita vivir tranquilas, entre muchas otras cosas.

LA ABUNDANCIA Y LA TERAPIA FLORAL

El universo es abundante en todo sentido, pero nos enseñan a pensar de forma inversa, que todo es poco, que tenemos que sufrir para conseguir lo que deseamos o que sólo algunos pueden tener lo que quieren.

Nuestra cultura y entorno familiar nos ha enseñado que sólo obtenemos lo que queremos si trabajamos duro por eso, ademas hemos aprendido a relacionarnos con el dinero desde creencias negativas que se han grabado en nuestro inconsciente.

En terapia nos enfocamos en identificar dónde están tus bloqueos y porqué no está llegando eso que tanto deseas a tu vida. Con la ayuda de las Flores de Bach traemos al plano consciente todo lo que te impide avanzar hacia tus logros y realización personal y, habiendo comprendido que es lo que te esta limitando, trabajamos en el cambio de pensamiento para modificar tu realidad hacia una vida que te haga ser y sentirte abundante.

Hagamos un ejercicio…

Existen también formas que trabajan en nuestro inconsciente. A través de ejercicios prácticos podemos sintonizar con la energía de la abundancia, y que nos ayudan a modificar nuestras creencias en relación a la abundancia y merecimiento.

PONIENDO EN PALABRAS LA ABUNDANCIA

Realizar periódicamente una lista sobre las cosas que nos hacen o harían sentir abundantes, es una forma de reconectar con nuestra capacidad de materializar lo que realmente queremos lograr en nuestras vidas.

Al escribir comenzamos a conectar con la energía de la abundancia, aprendemos a modificar nuestro pensamiento sobre el merecimiento y, de forma indirecta, potenciamos y direccionamos nuestra propia energía hacia lo que deseamos.

Comencemos…

Necesitarás papel y lápiz, además de un espacio tranquilo donde puedas visualizar y conectar con todo eso que anhelas.

Escribe todo lo que quieres lograr en tu vida, todo lo que te haría sentir abundante y feliz, como por ejemplo:

✔️Fuerza para enfrentar los desafíos.

✔️Creatividad en los nuevos proyectos.

✔️Apertura al amor y merecimiento.

✔️Ser capaz de definir límites.

✔️Un trabajo donde puedas sentirte feliz.

✔️Coraje para realizar tus sueños.

✔️Aprender a tener tiempo de descanso.

✔️Voluntad para alimentarte mejor.

✔️Capacidad de disfrutar las cosas simples de la vida.

  • Escribe siempre en positivo, reemplaza los NO. “No me quiero enfermar” por “quiero salud y energía en mi vida”.
  • Si prefieres puedes tener un cuaderno para ir, mes a mes, escribiendo tus propósitos. Establece una fecha, como por ejemplo el último o primer día de cada mes.
  • Cada mes vuelve a leer la lista anterior, es importante agradecer antes de volver a hacer la nueva lista.

Poco a poco comenzaras a vivenciar como cada cosa que escribes comienza a hacerse realidad.

Lo importante es que puedas ver que no sólo el éxito económico nos hace sentir abundantes, y que el dinero es apenas un medio para alcanzar nuestros sueños, una energía de intercambio y algo que todas merecemos por igual.

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GRATITUD

Acostumbramos a pedir mucho y tal vez, agradecemos poco, sin embargo la práctica de la gratitud genera más gratitud.

Uno de los hábitos más comunes en las personas que se sienten felices y exitosas es practicar el agradecimiento de forma diaria y constante. Sentirse agradecido de forma sincera aumenta nuestra calidad de vida y fomenta la reciprocidad.

Los pensamientos son el lenguaje del cerebro y los sentimientos el lenguaje del cuerpo. Al agradecer elevamos nuestra vibración, a través del lenguaje de positivismo y abundancia, transmitimos un mensaje de que tenemos lo que necesitamos y que nos sentimos bendecidos por cosas que a veces damos por sentadas.

  • Una cama donde dormir.
  • Un plato de comida.
  • Una ducha con agua caliente.

Tenemos la tendencia a enfocarnos en lo que nos falta, en vez de centrarnos en nuestros logros.

Practicar el agradecimiento no tiene que ver con resignarse, sino con abandonar las propias limitaciones, las prisas y las urgencias por cambiar las cosas.

Cuando trabajamos por obtener resultados rápidos generarnos ansiedad y expectativas, que mientras menos satisfechas más insatisfacción y frustración sentiremos.

Ser agradecido, no es sólo agradecer a los demás, sino también valorarnos y agradecernos a nosotras mismas todo lo que somos y lo que hemos conseguido.

Agradecer cambia el modo de ver la vida, haciendo que podamos apreciar, valorar y vivir el presente, aceptando la vida tal como es y alejando la insatisfacción derivada de pensar en cómo creemos que debería ser.

Aprendemos a reconocer las verdaderas bellezas de la vida, lo simple y lo que realmente vale la pena vivir.

¿Cuantas veces dejamos pasar cosas de la vida diaria, aspirando siempre a más, reclamando y no valorando lo que tenemos hoy?

Desperdiciamos horas, días y años, cuando lo realmente importante está frente a nosotras.

Cuando reclamamos enviamos un mensaje de instatisfacción y negatividad. Nuestras cuentas parecen cada vez ser más altas, nuestro trabajo se siente más pesado y la vida en general parece no satisfacernos.

El poder de la gratitud funciona de la misma forma, cuando agradecemos enviamos un mensaje positivo y de abundancia, alimentando nuestra vida de alegria, éxito y satisfacción, el trabajo nos parece más agradable, el dinero parece ser nuestro amigo y nuestras relaciones mejoran, simplemente al darle valor a lo que tenemos, la vida se encarga de devolver aún más.

¿SABÍAS QUE…

Repetir algo nuevo durante 21 días seguidos son necesarios para transformarlo en un nuevo hábito en tu vida?

Por eso te propongo que durante 21 días escribas todo por lo que te sientes agradecida:

✔️Las buenas personas que te rodean.

✔️Tener salud.

✔️Tener trabajo.

✔️Tus dones y talentos.

✔️Tus logros personales.

✔️Tener tiempo para compartir con quienes amas.

✔️Los abrazos de tus hijas/hijos.

✔️Tener un techo donde dormir.

✔️Tener abrigo en los días de frío.

✔️Tener agua potable para beber.

✔️Ver el sol por la mañana.

✔️Conocer nuevos lugares.

✔️Apreciar la naturaleza.

✔️Tener aire limpio para respirar.

✔️etc, etc, etc.

Cuando hagas tus listas no debes mirar la lista del día anterior. Al finalizar observa que es lo que te hace sentir agradecida, no olvides observar si TÚ también estás en estas listas.

Recuerda que hay personas que no tienen cosas que a veces nos parecen tan obvias, sin las que nuestro día a día no sería lo que es hoy.

Mientras más realizamos el ejercicio de la gratitud, más sentiremos satisfacción y cada vez seremos más conscientes por lo que sentirnos agradecidas.

No olvides en tus malos momentos volver a leer tu cuaderno o listas de gratitud, esto te recordará las cosas buenas que hay en tu vida, esas que son reales y has experimentado tu misma.

Y ten siempre presente que no se trata de resignación o dejar de luchar por lo que anhelas, siempre tenemos la oportunidad de modificar las cosas cuando estás no nos hacen feliz.

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